Escarbar en las carpetas antiguas de un disco duro olvidado puede traer sorpresas. Hoy, por ejemplo, me reencontré con Henry Miller y esas magníficas cartas que le escribía a Anaïs. No pude menos que beberme los textos y desear encontrarme (nuevamente) en un delirio permanente.
Necesito vibrar, como las cuerdas de un violín, que me toquen con sentimiento, con fineza y con frenesí. Necesito convertirme en musa, en canción, en alfabeto… necesito -desesperadamente- redescubrirme Ninn.
LA TERCERA
…No sé lo que espero de ti, pero es algo parecido a un milagro. Te voy a exigir todo, hasta lo imposible, porque me animas a ello. Eres realmente fuerte. Me gusta incluso tu engaño, tu traición. Me parece aristocrático (¿suena inapropiada la palabra aristocrático en mi boca?).
Sí, Anaïs, pensaba en como traicionarte, pero no puedo. Te deseo. Quiero desnudarte, vulgarizarte un poco… no sé, ay, lo que me digo. Estoy un poco bebido porque tú no te encuentras aquí. Me gustaría dar una palmada y voilà, ¡Anaïs!
Quiero que seas mía, usarte, follarte, enseñarte cosas. No, no siento aprecio por ti, ¡no lo permita Dios! Tal vez quiera hasta humillarte un poco… ¿por qué no me arrodillo ante ti y te adoro? No puedo, te amo alegremente ¿Te gusta eso? Y querida Anaïs, soy tantas cosas. Ves solamente las cosas buenas ahora, o al menos eso es lo que me haces creer. Quiero tenerte al menos un día entero conmigo. Quiero ir a sitios contigo, poseerte. No sabes lo insaciable que soy, ni lo miserable, además de egoísta.
Me he portado bien contigo. Pero te advierto, no soy ningún ángel. Pienso principalmente que estoy un poco borracho. Me voy a la cama; resulta demasiado doloroso permanecer despierto. Soy insaciable. Te pediré que hagas lo imposible. No sé lo que es. Probablemente tú me lo dirás. Eres más rápida que yo. Me encanta tu coño, Anaïs, me vuelve loco. Y tu manera de pronunciar mi nombre. ¡Dios mío, parece irreal! Escucha, estoy muy ebrio. No soporto estar aquí solo. Te necesito. ¿Puedo pedírtelo todo? Puedo ¿Verdad? Ven enseguida y fóllame. Descarga conmigo. Rodéame con las piernas. Caliéntame…
Muy sentida y reconfortante la carta de Henry Miller… puede que no te sirva de alivio pero de igual modo somos muchos los que necesitamos –de cuando en vez- convertirnos en teclas, cuerdas o voz que se cuela estrepitosamente con lengua de por medio en cuánto recóndito lugar nos habita. Saludos, que tengas un bonito día.
Miller hoy salvó mi día. Lo que pasa es que tengo que inventarme mi propio Henry.
mi querida señorita usted no se tiene que inventar ningún Henry, usted puede y seguramente es musa de más de uno y al igual que Anais, de su pluma emanan cosas bellas como para que más de uno quiera ser su muso, yo por ejemplo…
Bueno Carlos… de cierta manera lo eres; saber que alguien como tú me lee me da ganas de escribir.
Yo soy el más simple de los mortales querida, pero con gusto soy su muso querida
Creo que Miller salvó la vida muchos. Sobre todo de todos aquellos que tenían miedo a expresarse de verdad.
Yo cuando leo a Miller entro en trance. No sé a veces por qué escribe una cosa u otra, o me pierdo entre sus saltos, reflexiones, coitos interminables y demás aventuras. Pero lo que sé cuando leo a Miller es que él estaba vivo, y que gracias a eso yo también me siento vivir.
Mi pasaje favorito: CODA, que aparece en el final del libro «Trópico de Capricornio». Narra el momento en que conoce a la que fue su mujer, a June. Lo he leído mil veces y mil veces me he quedado sin palabras. Si no lo has leído hazlo.
Un placer encontrarte.
Consejo tenido en cuenta… ya está decidido, en cuanto termine Rayuela comienzo “Trópico de Capricornio”.
Gracias por la sugerencia y la visita 🙂