Aquel barco de papel naufragaba en la distancia mientras las olas lo iban engullendo despacio. Primero fue una pequeña la que le lamió la proa y luego otra, un poco más grande, lo inclinó hacia babor. Sólo las velas se distinguían entre la espuma que salpicaba a los marineros hasta que, lentamente, estas también desaparecieron.
Ann y María presenciaron el suceso desde la orilla y, mientras la última intentaba recoger los restos del hundimiento, Ann le acariciaba la cabeza a la pequeña capitana que hacía solo unos minutos había echado su barco a la mar.
Recuerdos de la infancia que nunca desaparecerán, un pequeño naufragio o momentos de un añorado chaparrón… cosas de niños 😉 Genial relato!
Qué bonito te ha quedado el final.
Gracias Dessjuet, los niños dan buenas ideas
A mi siempre me ha dado mucha tristeza que se hundan los barcos de papel, fijate!
a mi también… pero para eso se hicieron los de madera 🙂
Que también se hunden con tanta magia…..
🙂
no importa… si es niña la capitana, lo intentará nuevamente con otro trozo de papel que quizás camine un poquito más…
Cierto… los niños nunca se rinden. Por eso yo no he crecido 🙂
Les prometo a Ann y María fabricarles uno, quizás también se hunda, pero en el océano, más allá del horizonte.
…esperarán el regalo con ansias.
Mi amiga Ann….;)
es imposible decir más: que hermoso se lee y se siente tu texto
Gracias miles Carlos, es imposible decir más de tu comentario.