El taladro perfora su rostro de anciana cansada y unas lágrimas que vienen por tuberías se desprenden de glorias pasadas. El polvo de cientos de historias se va diluyendo en la inmensa máscara negra y un calor asfixiante se va apoderando de todos.
La cirugía plástica ha funcionado a la perfección… quizás algunos retoques más no sobrarían pero, bueno, la verdad es que el cambio no ha sido sutil. Aquella calle sexagenaria que sufría en cada desprendimiento ahora se ha convertido en la señora interesante que brilla en cada farola cuando se besan los enamorados.
Ay de mis calles, de mi ciudad, de mi Habana (tal vez). Vieja coqueta, sufrida y ajada, enferma de la desidia y el olvido. Con ese aroma a bolero y nostalgia.
Me recordaste a Eusebio Leal… 🙂
grrrrr!!!!, no soy tan viejo!!!
Yo no he dicho que lo seas… solo que me lo recordaste. Y no te preocupes, a mi también me encanta la vieja coqueta.
Amiguitos entonces. 😉
señor sí señor 🙂
Ojalá y dure mucho tiempo así…
I hope 🙂
Hay que tener fe….
y más que fe, paciencia.