En el Malecón

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Aquella tarde nos encontramos en un pedazo del muro que recubre mi ciudad… nos sentamos a ver la puesta de sol a las puertas del mar. Mientras, él me lanzaba preguntas dardos e insistía en escuchar aquellas respuestas prohibidas que sólo un extraño puede sacar. La primera versaba acerca de lo que yo creía más representativo de la capital. No pude más que sonreír.

Los que vienen de lugares sin playas no entienden la fascinación que ejerce el mar en los isleños –le respondí- para nosotros este lugar, donde estamos sentados, es la ciudad. El malecón es la línea divisoria del país con el resto del mundo. Nos aísla algunas veces, es cierto, pero otras nos brinda consuelo. De alguna manera este muro inmenso se ha convertido en el confidente íntimo de cada persona que lo visita. Aquí se reúnen enamorados, pescadores, niños que se escapan de los padres… hombres solos… tristes, alegres.

A mí me vira al revés -le confieso. Me recuerda que no tan lejos se encuentra mi padre, mi hermano… mi mejor amigo; entonces me pongo melancólica y de vez en cuando se me escapan las lágrimas. Otras veces –me callo un segundo- me devuelve imágenes tiernas de algún amor.

Nuestra vida transcurre así -lo miro y le sonrío- como un pedacito de mar.

4 comentarios sobre “En el Malecón

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  1. Mar.. lindo passaje!!! que a los que estamos lejos nos hace brotar el recuerdo de uma buena companía, de una noche de fiesta, de las promesas que tiramos a esse litoral com deseos de que devolviera en unas de sus olas las fuerzas para hacerlas realidade. Em fim como bien dices la linea divisória en la que um dia nos sentamos a ver passar nuestra vida.

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