Ella tenía en su espalda la Vía Láctea, cada lunar se le volvía estrella. En su cuerpo, convertido en cielo, se mostraban orgullosas las constelaciones griegas.
Orión, por ejemplo, exhibía vanidoso su cinturón dorado en tanto apuntaba con su flecha a Casiopea, que lloraba desconsolada a causa de las Nereidas. Castor y Pólux (par de rebeldes) correteaban semidesnudos entre los omóplatos intentando someter a Pegasus, que se rebelaba violento ante la amenaza de brida mientras Andrómeda, la pequeña constelación boreal, coqueteaba con Perseo.
Las leyendas antiguas, me confesó un astrólogo, comenzaron sobre su espalda. Su cuerpo, lleno de luces, era el reflejo nocturno de los terrenos de arriba.

Stellarium
una app de carne y hueso.
Era su cuerpo el cielo o el cielo su cuerpo?
Quizás las 2 cosas Wilber… habría que preguntarle.
Es por eso que tantos vagamos bajo ese cielo, perdidos, hipnotizados con el destello de cada estrella 😀
Muchacha: con una explicación así yo no hubiera pasado tanto trabajo en mis clases de astronomía de grado 12. Para estar a tono, te dejo un abrazo estelar.
Trabajo tú? me extraña 😛
oh! entonces no necesita un telescopio para verse :p
mejor utilizar, en todo caso, una lupa 🙂