La confesión

Ana me dijo hace poco que no era feliz. Ana tiene un matrimonio largo, lleva casi 16 años con el marido, pero dice que ya no es feliz.

Me cuenta que sabe que Vicente es bueno pero que ya acostarse con él, más que rutina, es tedio. Vicente -me dice- no ha cambiado nada, sigue con los mismos quilos, las mismas posiciones, el mismo olor a limpio cuando me quiere hacer el amor. Porque si no está limpio no me toca. Ahora, después de este montón de años, es que que me doy cuenta. Ni cuando éramos adolescentes. Antes de meterse en la cama siempre se da un baño, como si fuera un cirujano a punto de entrar al salón.

Ana me suelta todo así, sin avisar, con miedo a que la juzgue, mirándome a los ojos como buscando una aliada. Vicente -me cuenta- todavía me ama. Con su manera rara me lo demuestra todas las mañanas. ¿Sabías que todavía me trae el café a la cama?

Mientras llora abre otra botella de vino. Me ha puesto siempre una copa de vino con cada botella. Ya han sido tantas que casi he perdido la cuenta.
No es la primera vez, sin embargo, que se desahoga conmigo, la última vez hasta una vela me puso.

Una lástima que con rezos no vaya a cambiar nada.

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