Ann tenía tantas ganas de querer, que se vistió de blanco y corrió a la iglesia. Esperaba encontrarse con alguno de esos hombres tristes que las mujeres abandonan a punto de dar el sí, pero sólo vió al cura. Ni un solo abandonado había ese día. Nadie ajeno a la alegría.
Desolada, volvió a su suerte arrastrando el vestido. De tanto llanto se inundó el camino.
Tiene la maravillosa inocencia de Gila al preguntarle al cura si la novia la ponían ellos o tenía que llevar una, la frescura de una idea tierna y el amargo sabor de la frustración en grado yo ya me conformo con cualquier descarte.
Me ha gustado mucho, y eso es lo que más importa.👍
Gracias 🙂
Hermoso!!!!
un minicuento 🙂
Una preciosidad de microrrelato. 🙂
Gracias miles.
Como una pequeña leyenda urbana, lindo micro relato!
Gracias 🙂