Lo ví en cuanto cruzó la puerta y lo sentí. No podía dejar de mirarlo, no quería dejar de mirarlo. Lo busqué, lo besé, lo desnudé, lo espié en sueños hasta que se dió cuenta y volteó.
Y yo, que nunca he sido buena para esconderme, le sostuve la mirada y le sonreí. Aun no podía sacar mis ojos de aquel hombre cuando la sonrisa de repente se volvió mutua. Y ahí si no pude sostener la mirada, por mucho que lo intentara solo podía reflejarme en sus ojos por un segundo.
Eso era todo lo que necesitaba.
Salí, apenas por un instante, y me buscó… nos buscamos.
Aquella noche compartimos los besos de aquellos que no tienen nada que perder… la orilla del mar fue nuestra cómplice. Aquella noche solo fuimos él y yo, el mar prometió guardarnos el secreto.
Precioso 🙂
merci 🙂
oye, qué mar tan cumplidor..no ha dicho nada de nada de ese secreto, se nota que es muy buen confidente.
Es que cuando María cuenta historias el mar las acuna en sus olas.
María ni María bah!! 😉
Shhhhh!!!
Mariiiaa, siiiiiii yeah 😉
jajajajajaja, estás de vuelta fantasmita!!!
guilty of charge
mmm, es que te extrañaba
Y di lo contrario para que veas!!!
«La rumeur de l´eau murmure mes pensées.»
que cuide bien esos secretos…..
el Mar es muy discreto con María 🙂
La mar siempre me ha guardado todos mis secretos; ella es prudente e, incluso, borraba las huellas de aquellos amores que pensé que lo eran (aunque solo fuera un instante, me hacía feliz pensarlo); sin embargo las mías no puede borrarlas porque sabe que nunca le fallo y siempre acudiré a la orilla para contarle mis cosas.
Lo que sí que añoro es esa hermosa situación que has dibujado en tu hermoso texto; te confieso que no recuerdo nombres, pero sí miradas y manos entrecruzadas y, sobre todo, aquellas inolvidables noches en las que me divertía viendo jugar a la luna con las olas.
Lo mejor de esas situaciones es que no se planean… y en un país con costas como el mío el mar casi siempre viene de cómplice. Es lo mejor de tenerlo cerca.