Eran cientos y cientos de botes. De remos, de velas… de papel.
Una fila compacta de prófugos que volvía a echarse a la mar. La calma de las olas los había decidido y, con paso sigiloso, surcaban las lágrimas de sal de la Tierra.
Yo los vi partir… llevaban en el mástil las velas negras del destierro.

Destierro, éxodo, exilio… palabras que duelen mucho más que «emigración».
…también es más triste.
La historia está llena de éxodos, al menos queda el consuelo que alguno tuvo final feliz.
…alguno.
El final feliz hay que inventarlo entre las lagrimas y buscando los por qués..porque no hay arbol que sin raiz crezca
cierto, lo malo es que a veces quedan hilos sueltos al final de la historia.
Si queda un hilo que uno recuerde, no quedó suelto, está ahi mas presente de lo que crees
Te creo. Si tú lo dices te creo.
Cuando se escribe con los colores precisos se puede sacar poesía aun de negras velas.
A mi es que las velas me ponen nostálgica.
Chica, que Enrique quiere levantar tu ánimo! 🙂
vale vale… ánimo levantado. Los dos son buenitos conmigo.
😀
Fue hace mucho?
…desde que Moisés abrió y cerró los mares.
Pues espero que en tu relato nunca lleguen Faraón y sus ejercitos.
Yo lo que espero es la visita de uno de los que cruzaron… de uno en específico.
(Retomando uno de tus post anteriores) Aún destejes en las noches Penélope?
-Linda historia niña.-
sólo de vez en cuando…recuerda que a Ítaca llegan barcos.