Si tuviese que elegir a qué género musical parecerme creo que, con muchas dudas, elegiría al jazz.
Conozco personas blues, que emanan el aire nostálgico de los 40, que sufren en voz baja, como las notas de un saxo, que lloran al estilo de las armónicas viejas y que hacen de la melancolía un estilo de vida.
Yo no soy blues.
Hay también nacidos rumba, que te estremecen el cuerpo, que te suben el espíritu y te hacen rogarles que apaguen la llama, que reduzcan el fuego, que no te quemen.
Yo he jugado a ser rumba, pero no lo soy.
Tampoco crecí soul, aunque a veces me declare funky y el broken beat me sincope los días. Me parezco, eso sí, a la salsa que emergió de aquella mezcla casi perfecta de música caribeña, latinoamericana y jazz. Sin embargo, los sonidos de la salsa clásica son fuertes, con preeminencia de los cueros, los metales y el piano, y yo, seamos sinceros, necesito de vez en cuando convertirme en bajo, deshacerme en voz.
Un periodista del New York Times se refería al jazz -de esto ya hace algún tiempo- como «el retorno de la música de los salvajes»… quizás sea cierto. En el peor de los casos llevaría tatuada en la piel la confrontación de los negros con la música europea, la mezcla de razas… la vida misma.
Personalmente, creo que el ejemplo más ilustrativo del género apareció en Los Angeles Times el 2 de abril de 1912, en una referencia al pitcher de Portland Beavers Ben Henderson, en el cual este afirmaba:
“La llamo la pelota jazz porque tiembla y, simplemente, no puedes hacer nada con ella”.
A mí me gusta, evidentemente, cual «King for a thousand years», comienzo suave, la cosa va creciendo y luego te vapulea durante un buen rato de veinte formas distintas, no dejándote un momento de respiro, y cuando parece que lo tienes, te confias y vuelve a darte una buena ración de caña de la buena.
A tus pies hermosura.
A mi lado mejor señor D… a mi lado. Así escuchamos las canciones juntos.
A tu lado cualquier hombre perdería todo sentido, incluído el oido claro 😀
De hecho me da que salvo el tacto poco más iba a poder ser aprovechado.
De nuevo a tus pies niña
¿Yo qué música seré? Lindo ejercicio, me dejás pensando Mar… Un beso!
tú… como doble que se respete también eres jazz… o tango… que Gardel seguro que te gusta mucho.
Un abrazo.
Si yo no me pareciera a la música no sería yo.
Mi firma es la clave de sol.
El flamenco es mi pasado más allá de mi pasado empírico.
El huapango es mi presente omnipresente.
Qué sería la vida sin una banda sonora… verdad?
Sin duda el Jazz, especialmente el que produce un grupo de 5 músicos. Batería, contrabajo, piano, una trompeta y un saxo tenor… (aunque por supuesto, tenemos un poquito de todo lo demás 😉 )
Osvaldo… mi padrastro es jazzista, toca la batería. Sin duda es uno de los géneros más hermosos que hay.
Yo no me pregunto que género soy, no puedo. Pero me ha encantado tu entrada. No sólo escribes si no que también sabes escuchar. Si no recuerdo mal también cocinas; si no fuera por un par de detalles (uno es que te gusta la nutella) hasta yo me propondría. Un beso.
Jajajaja, queridísimo Sina… sé que la Nutella es una de mis mayores desventajas… sin embargo, usted no creería las maravillas que puedo hacer con la misma.
No me tiente a detallarle.
Un abrazo.
magical mystery tour!
thanks 🙂
Mar: ¿Quién te dijo que no eres blues? Eres bluesísima. Si eres jazz has de saber que al final y al principio de este género sin rubores hay una nota callada, un susurro que abraza, un lamento que explica que, si no se mueve el corazón, sirve muy poco sacudir el cuerpo.
Pues para eso me sirve el saxofón querido Enrique… para mecer caimanes. Te recomiendo especialmente «Danzón», del disco Chucho’s steps.
Un beso enorme para ti por cada nota.