La caza mayor –cuenta María– me parece un deporte fascinante. Empeñarse en coleccionar uno de esos animales gigantes no me motiva y, sin embargo, la batida me emociona a tal punto que, encontrarme apuntándole directo al pecho a una de esas fieras salvajes con apenas una flecha, me hierve la sangre.
Esta vez, él se aparece y yo me pongo la armadura. Tenso mi arco, acaricio la flecha y casi a punto de disparar… caigo.
Cuánta metáfora exquisita!
Gracias Smart… aunque hay que tener cuidado con las metáforas, son un arma de doble filo.
Venimos muy poco tiempo a retozar en este planeta como para andar limitándose con los miedos. Un beso valiente para ti.