Mientras bailamos, él me hace girar como un trompo. Mi cuerpo parece gelatina cuando sus manos negras me acomodan a cada paso… y me siento como en los musicales antiguos. La verdad es que se mueve bien el gigante, de sus piernas parece brotar la música. Mi ritmo se acomoda al suyo sin ningún esfuerzo y, mientras el final de la canción se acerca, no puedo menos que sentirme infeliz.
Cuando todo acaba, se acerca a mi oído: Bailas muy bien para ser tan rubia.
Ay, ¡Qué insulto!
Y no le diste duro?! vaya para que aprenda :p
Estuve tentada.
Te refieres a mí en el Árabe???
Tú no tienes las manos negras 😛 ni eres un gigante
Y para ser tan rubia, escribes demasiado bien… (aprovecho que si a ése no le diste una buena, y eso que lo tenías a mano, menos vas a hacerme a mí, espero). Buena anécdota, por cierto…
Cariños.
Ay Borgeano, no me tiente!!! que le mando un virus!!
¿Es el que yo vi una vez?… ¡No es fácil! Bueno, no será la primera cosa que te dicen que no pega con tu color de cabello 😉
No, no fue ese. Pero no es justo!! me sentí discriminada!!
Será por lo reciente, pero esta escena me recuerda a la cita que tiene Rosemarie DeWitt con Dennis Haysbert en Men, Women & Children. «Destrúyemeee…»
Jajajajaja, qué imaginación!!