El parque adúltero

Foto: Dazra Novak
Foto: Dazra Novak

Alguien me dijo ayer que mi parque más querido del Vedado, ese que se encuentra en 21 y H, es el «parque de los tarros». Me quedé de piedra mientras me lo decían y luego solté la carcajada del milenio.

Para qué mentir, cierto es que es un parque oscuro que se presta para muchas cosas y, sin embargo, los recuerdos que yo tengo de él, son tan -usaría la palabra puros, pero luego tendría que retractarme- buenos (sí, buenos es la palabra), que más que al adulterio lo asocio a la etapa inicial del enamoramiento.

Porque si de algo estoy segura es que una vez me enamoré en ese parque. Mientras me hablaban de libros, vinos y chocolate -o era yo la que hablaba, ya no recuerdo- el verde aquel se me iba metiendo dentro. Juro que para aquel entonces ni un beso me habían dado pero ya yo estaba enamorada. ¿Qué se puede hacer después que te regalan un libro de poemas? No existe contraveneno.

Más tarde, casi un siglo después, luego de haber odiado los árboles, otro poeta me devolvió el amor al parque. Lo envolvió en fotos viejas y, lanzando una botella al mar, me regaló un banco de hierro.

Hoy por hoy, la glorieta del medio –lo juro- me  retorna la sensación aquella de estar perdidamente enamorada. Por eso no subo mucho. Me da miedo de ser esa yo a la que le entra la nostalgia por los ojos y comience llorar el verde.

El parque adúltero, más que adúltero, es un parque de 2 (o 3, o 4…). Ojalá no lo conviertan nunca en un centro comercial, la gente tiene todavía el derecho al beso.

10 respuestas a “El parque adúltero

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  1. ¡Me contagias la carcajada! A mí también me dejaron pasmado al bautizar, con idéntico apelativo, lugares que frecuentaba para conversar con amigas.

    Claro, jamás con intenciones de simultanear amoríos… (¿o sí?). Bueno, quiero decir que la idea no me pasaba por la cabeza… (¿o sí?).

    En fin, Mar, quizá la etapa inicial del enamoramiento (incluso el primero, el primerísimo) también es una suerte de adulterio.

    Le estás dando (le diste, Mar, ¿para qué negarlo?) una formidable pegada de tarros a la soledad, a tu mejor amiga (con la que habías quedado esa noche), a tu mejor amigo (que seguía soñando), a la ciudad (que desde entonces te siguió con más fiereza, muerta de celos), al póster sobre la cama, a ti misma.

    La felicidad, chica.

  2. Hace mucho tiempo que no voy por ese parque, pero sin dudas, es mi preferido en toda la habana, es precisamente su glorieta el centro neurálgico de muchos recuerdos.

    Lo que has escrito, me remonta sin dudas a tiempos llenos de pasión, esos momentos en los que el arte suplanta la realidad y solo quedamos nosotros ante ella, con suerte con un grupo de locos alrededor que ayuden a cerrar la magia.

    Ver una mujer en la glorieta, llorando el verde, sería sin dudas un magnífico inicio para un cuento, verla en la vida real, sería una desenfadada invitación a subir y cuando menos, quedarse contemplando como se va desparramando el color, mientras se hace un silencio cómplice, leerte, y saber que es posible que pase, es recordar por qué nos enamoramos y algunas de esas cosas que terminan siendo siempre el eje de nuestras vidas.

    Gracias por éste post… te lo agradezco desde el verde que yo también llevo por dentro, luego de haberlo inyectado varias veces en las rondas diurnas y nocturnas de ese parque.

    El adulterio, puede ser, pero sin dudas no es su esencia, al menos no ante mis ojos.

    1. Pues me alegro inmensamente. Los parques no deben dejar de ser verdes, ya sea en los ojos o en los árboles. Un día deberíamos reunirnos todos los amantes y hacerle una ofrenda, quién sabe, quizás hasta lo bauticemos de nuevo.

  3. ¿Ves cómo haces magia? Contando otra historia, demuestras que ese —que no conozco porque vengo de otra galaxia— es el parque fiel. Salgo de mi gruta, regreso a estas letras y encuentro crecida la belleza de tu Mar. ¡No cambias! ¡No cambies!

  4. Mar… cada vez que paso por el parque de H y 21, una o dos veces por semana, lo hago sonriendo acordándome de ti y de este post! … 🙂

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