Él camina triste, melancólico… arrastrando sus sueños sobre la arena.
Con su equipaje al hombro, lleno de antiguas dudas, viaja.
Lentamente camina.
Las olas, a su paso, eliminan sus tristezas.
un espacio para echar a navegar ideas…
Él camina triste, melancólico… arrastrando sus sueños sobre la arena.
Con su equipaje al hombro, lleno de antiguas dudas, viaja.
Lentamente camina.
Las olas, a su paso, eliminan sus tristezas.
Pero lo malo es que o cambia de camino o siempre irá dejando tristezas, hay que ir a superficies más duras, que si bien no llegan las olas tampoco es que haga falta.
A tus pies niña.
Ya encontró su rumbo señor D. Ya no arrastra sueños tristes.
ja, eso es porque no ha encontrado su Penélope:
http://botellasalmar.wordpress.com/2013/06/10/penelope/ 😀
Decía Saramago que “El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración… El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje”. Claro, que viajes con amigas espectaculares hacen que tenga sentido el reinventarse..P.D: Esa invitación a penelopearse se presiente irresisitible hasta para ese zigzagueante caminante..
Parece que las olas se vuelven crueles -o quizá demasiado compasivas- y les da por borrar las huellas. Lo peligroso es que eso casi siemrpe supone olvidos.
hay olvidos necesarios querida Rosy… hay olvidos necesarios.
Yo sé que sí, mi Marecita